Que la vida es mejor con un perro es seguro pero, ¿qué nos ofrecen nuestros amigos caninos para hacernos tan felices?
La vida es más feliz con un perro
El perro es el animal con el que mejor confraternizamos. Participa en todas las vicisitudes de nuestra vida, come de nuestra mano, dormita a nuestro lado y nos enriquece con el calor de su compañía, su lealtad y su confiada entrega.
Si se escribiese la historia de los perros estaríamos escribiendo la historia de la humanidad. Nuestra mutua relación comenzó en una lejana época en la que sobrevivir era nuestra única preocupación y ellos nos dieron protección y nos ayudaron a obtener alimento.
Comparten nuestro hogar, los criamos junto a nuestros hijos, entendemos sus sentimientos, y lo que es excepcional: ¡con el perro podemos dialogar! A nuestra conversación asiste con manifiesta compresión y no habla, por lo que es el único amigo con el que nunca discutimos. Este es un rasgo esencial en nuestra relación con el perro que no encontramos en otros animales domésticos, el papel de compañero con el mantenemos una comunicación fluida.
El placer de un amigo
Tener un perro es tener un amigo que nos brinda afecto y ternura en todos los momentos de la vida sin pedir nada a cambio. A lo largo de la historia muchos hombres, de toda condición y cultura, han sentido amor, e incluso veneración, por el perro. Poetas y novelistas nos han legado testimonio de esa relación.
Es el caso de lord Byron, que escribió sobre sus perros, especialmente, sobre Boatswain, el terranova en cuya tumba grabó un sentido epitafio. También el poeta simbolista Jules Laforgue se sintió estrechamente unido a su perro Ariel, animal pequeño, del que habla con ternura en las cartas que dirige a su hermana durante su estancia en Austria, «Le grito, mirando hacia otro lado, como tosiendo, ¡Ariel!, y él pega un respingo y me devuelve la mirada con ojos lastimeros. Qué pena me da entonces. Sí, Ariel, vamos a pasear. Quizás confraternices con alguna perrita y ella, tan protestantemente, tan explícita y sana, te olisquee y te permita hacer
lo mismo», le dice a su perro con extrema ternura. La nómina sería
interminable, podríamos hablar de Flush, el cocker spaniel de Virginia
Wolf o el bulldog francés de Colette, la novelista gala.
Seres originales
Los perros carecen por completo de sentido del humor, son veleidosos en sus gustos y canallas con sus enemigos, pero adorables con su propietario. Somos muchos los que no sabríamos vivir sin contemplar el amor que refleja su mirada. La cultura popular ha ensalzado el valor del perro como modelo de honradez y fidelidad en el que los humanos podemos inspirarnos.
Históricamente los perros se encargaron de aliviar nuestro trabajo en cometidos específicos como el pastoreo o coayudando a en labores de auxilio (perros de rescate) o salud (terapeutas), mejorando nuestra calidad de vida. Y siempre han desempeñado una notable función social: mejoran la imagen que tenemos de nosotros mismos, derriban barreras sociales, son compañeros alternativos.
Los niños necesitan a los perros
Aportan importantes valores en la educación y desarrollo social de niños y adolescentes. El comportamiento infantil del perro es muy valorado por el niño, que encuentra en él un compañero de juegos. En una sociedad en la que la violencia en el cine y los videojuegos es la compañera de la infancia, los perros ayudan a los niños a experimentar empatía. El contacto con un perro les enseña a ser pacientes y aprenden la necesidad de comprender y sintonizar con otro ser vivo.
Además un perro satisface de manera admirable la necesidad infantil
de contacto físico, de abrazar y acariciar. Krowatschek, psicólogo
infantil que ha centrado su trabajo en la relación entre la infancia y los animales domésticos, ha escrito:
«Todos los niños deberían tener dos cosas: un perro, y una madre
que les deje tener un perro».
Está comprobado que los adultos que de niños convivieron con un perro son más equilibrados y tolerantes que los que no lo hicieron.
Las personas mayores son más felices con un perro
Los perros satisfacen muchas necesidades primordiales de los ancianos, ya que restauran el orden en sus vidas y les permiten mantener unas relaciones emocionales marcadas por la amistad, el interés y el placer de cuidar a otro que depende de ellos. Un perro puede ayudar al anciano a mantenerse activo, empujarle a seguir luchando por ese compañero canino contra las limitaciones físicas.
Es muy explicativo el estudio de Sharon E. Source «Efectos de los Animales Compañía durante el duelo conyugal» publicado en la revista Anthrozoos. Comprobó que las personas mayores que no tenían la compañía de un perro mostraron un deterioro en su salud tras el fallecimiento de su pareja mucho mayor que aquellas otras que mantenían un vínculo afectivo con un perro. Uno de los motivos principales es que el fuerte apego con el perro ayuda a deprimirse menos y están comprobados los efectos perniciosos de la depresión sobre la salud.
Nuestra salud mejora junto un perro
Los perros son beneficiosos para nuestro bienestar físico y mental, la ingente cantidad de investigaciones médicas que lo acreditan ya no permiten dudar de esa afirmación. Los efectos fisiológicos de la convivencia con un perro son, entre otros, la reducción de la ansiedad y otros síntomas psíquicos relacionados con el estrés,
reducción de la presión arterial, reducción de patologias cardiacas, etc. Con frecuencia los propietarios de un perro admiten que acariciar, pasear o jugar con su mascota les hace experimentar efectos positivos en su estado de ánimo. La disminución de la ansiedad sería ya suficiente motivo para tener un perro como compañero en el hogar.
El valor psicoterapéutico del perro es tan destacado como el que ejerce sobre la salud física. Los estudios que lo avalan son irrefutables, pues provienen fundamentalmente de experiencias clínicas, con los distintos tipos de programas de terapia asistida con animales realizados en residencias geriátricas, hospitales generales e infantiles, manicomios y cárceles. En todos ellos se ha constatado una notable mejoría de los pacientes, por lo que este tipo de terapias son cada día mejor aceptadas por las instituciones sanitarias.
Los perros nos consuelan
El perro es un amigo fiable, siempre se muestra dispuesto a escucharnos y así se convierte en un perfecto paño de lágrimas sobre el que podemos verter nuestra tristeza y desconsuelo por los golpes de la vida. Su función es tan sencilla como importantísima, simplemente está ahí en el justo momento en que lo necesitamos.
Entre el perro y su dueño se establece una relación reciproca de apoyo. Frente a las desilusiones de la vida, los espejismos del amor, la mala fortuna, el temor a vivir, cuando la angustia se apodera dolorosamente de nuestro corazón y más allá de es angustia solo hayamos la angustia misma, un perro puede ser el tablón salvavidas que nos ofrezca consuelo un trocito de la realidad que nos libere de la perturbación de la melancolía y la depresión.
Los perros son grandes facilitadores sociales
El simple hecho de pasear con un perro puede facilitar nuestro contacto social con otras personas. El perro es una magnífico «lubricante» social que ayuda a romper la barrera de la timidez y la soledad, proporcionándonos más y mejores relaciones. Paseando con un perro nos hacemos más visibles a los ojos de otros dueños
de perros. Es muy sencillo entablar conversación con los propietarios de otros perros.
La gente que vive con un perro es recibida en la percepción social como más amable, pues el amor por los animales es actualmente muy bien considerado por la sociedad. Los políticos norteamericanos han sido desde antiguos conocedores de esto y así no ha habido ningún presidente que no haya convivido con un perro en la Casa Blanca. El perro es un elemento importante para mejorar su imagen social cara a los electores.